Charlas sin sentido con una puerta, y conmigo.

Toqué a la puerta. Toqué el timbre. Tres veces y nadie abrió, nadie respondió.
- ¿Sabés? No vengo por nada. Tampoco vengo a apropiarme, no hay nada mío ahí dentro pero no pude contener el impulso, la necesidad de venir hasta acá. Quisiera gritarte, aullarte lo mucho que te extraño; llorar. Llorar y abrazarte. Pero no puedo, estoy inquieta y no puedo moverme. Siempre fue eso lo que provocaste en mí, tanto que me aterré y no tuve más que hacer que alejarme, huir; huir de lo que me dejaba inmóvil. En cierto punto sos un motor, también.
¿Tanto miedo, para qué?
Nadie respondió.
- A veces siento que todo nace en vos y todo muere en mí. Nacen en vos las ganas de correr, las ganas de que me desarmes en un abrazo y me dejes desarmada por ahí, total el orden ya no importa. Quizás nunca importó pero no lograba verlo de esa manera. Ya no me importa qué va primero y qué va después, mientras estés vos. No es sano, entendés? No es sano que en todo lo que piense sea en vos, en cómo estás, qué estás haciendo, si me extrañás (qué boluda), si pensás en mi y, si es así, qué carajos pensás. Ay, cómo me duele no saber nunca en qué estás pensando. Me das un miedo terrible, me paralizás. Pero se siente tan bien que siempre quiero más, aunque me haga mal. Sí, me hace mal; y, sin embargo, estoy acá. Vos no estás. ¿Cómo mierda iba a saber que no ibas a estar acá, dónde te iba a buscar? Ahora le hablo a una puerta, como si me estuvieras escuchando. Como si, aunque me escucharas, te interesara.
Era tarde, en todo sentido.
Estaba oscuro y hacía frío.
- ¿Qué puedo hacer con todo esto? Quiero agarrar todo este amor, todo este odio que tengo y hacerlo una bolita, tirarlo a un tacho de basura y olvidarme para siempre de todo. Pero me acuerdo de vos y sonrío, sonrío mientras lloro porque te extraño, y te extraño porque me encantás. No soy capaz de entender cómo es posible que sea todo tan extremo con vos; odiarte a muerte, amarte a muerte. Capaz (casi seguro) el problema soy yo, porque todo esto no pasaría si yo controlara mis ganas de que me quieras, las ganas de quererte para siempre o que desaparezcas y no verte nunca más. Realmente no sé qué hacer, no cambia nada que te diga (a vos o a una puerta, creo que es lo mismo ya) todo esto que se me pasa por la mente. ¿Y, sabés qué? Es lo que pienso todo el tiempo. No paro de maquinear con esta idea de que me encantaría tenerte en mi cama, pero mucho más en mi vida; porque sí, ya no estás para mí ni siquiera físicamente, por más de que lo desee como lo deseo.
¿Qué mierda hacía ahí, no?
Para colmo, empezó a llover.
Me senté donde no me mojara y me prendí un pucho. 
Fumar cuando hace frío es tan placentero como doloroso es tener los dedos congelados.
Puse música, porque... qué sé yo, siempre hace bien escuchar algo un poco más coherente que los propios pensamientos. Dejé que el aleatorio me llevara a donde quisiera y parecía que quería un suicidio.
Después de un rato empezó a sonar el flaco. 
«Y deberás amar, amar, amar hasta morir. Y deberás crecer sabiendo reír y llorar. La lluvia borra la maldad y lava todas las heridas de tu alma.»
- ¡Yo no tengo maldad! No tengo nada, te juro. Bueno, sin vos siento que no tengo nada. ¿Qué hago, entonces, con todo lo que tengo pero no me hace sentir nada? Ya no me banca nadie estando tan mal por vos, tan mal por mí misma. Qué mierda hago acá. Me enoja, sabés, me re calienta que no tenga otra cosa en la cabeza que no seas vos y tu manía de ser una hija de puta conmigo. ¿Tan poco te intereso? ¿Para qué mierda viniste hacia mí con todo eso tuyo si no ibas a darme nada? Y ahora ni siquiera te puedo echar la culpa por todo esto, porque la boluda soy yo. Te idealicé tanto que estuve a dos pasos de construir una iglesia con tu nombre. No sé si tanto, son una boludez las iglesias. Pero la cuestión es que soy yo la que estuvo mal en armarse todo ese cuento en la cabeza de que íbamos a ser felices juntas, porque la única que era feliz (o algo así) en todo esto era yo estando al lado tuyo. A vos no te importó nada. Recién ahora me doy cuenta. Qué mal la jugué.
Increíblemente, me puse a llorar.
Digo increíblemente porque, ahora que lo pienso, me sorprende no haber llorado antes.
- No sé, te juro que no sé. Ya no sé nada. Porque, en serio, viví tanto tiempo sin vos y ahora se me hace casi imposible. ¿Alguna vez te pusiste a pensar en que todos usan "probable" y "posible" como sinónimos? Pero improbable e imposible suenan distinto, porque usamos "imposible" para hablar de cosas de las que estamos estúpidamente seguros de que no van a pasar; en cambio, "improbable" siempre la usamos para decir que puede llegar a pasar pero no creemos que pase. Sí, no sé. Somos todos unos pelotudos, a veces. Y cada tanto somos unos genios, o será que no somos nada. Igual, no puede ser imposible vivir sin alguien más. Menos sin vos, si nunca me ayudaste en nada. No entiendo por qué me aferré tanto a vos que ni siquiera me quisiste. Igual siempre pensé que la vida sería una mierda si pudiéramos controlar todo lo que nos pasa, "la vida sin problemas es matar tiempo a lo bobo" ¿No?
Me di cuenta de que estaba hablando sola, sin sentido alguno.
¿Por qué siempre buscándole un sentido a las cosas?
- Seguro ni sabés quién canta eso, si escuchás cualquier cosa. No sé qué me gusta tanto de vos. Será que me parecés linda. No, no soy tan superficial. ¡¿Qué mierda me hiciste para que esté acá llorando y hablándole a una puerta?! Hoy voy a volver a mi casa, voy a dormirme, voy a soñar con vos y me voy a despertar pensando qué hice mal para que no me quisieras tanto como yo lo hice, para que no me quisieras nada. Debe ser que tengo que aprender a querer bien. A quererme más a mí que a los demás, será. No hay nada que hacer con ésto, si estoy acá diciendo cosas que nunca vas a escuchar pero que quiero decir igual, porque me cansé de guardarme toda esta mierda que me contamina cada vez más. Una vez me dijeron que tengo que dejar ir todo lo que viene, porque en la vida todo viene y va. No sé muy bien cómo es la vida, apenas sé vivirla; la verdad, ni eso, aunque trato. Ya no le veo sentido a las cosas, sabés? Entonces empecé a hacer lo primero que se me cruza por la mente, por eso vine hasta acá, y en el camino me arrepentí. Porque me das miedo, pero quería enfrentarte; no a vos, al miedo que no me deja estar bien.
Así terminé, desahogándome con una puerta que supo escucharme (más de lo que vos alguna vez lo hiciste). 
Y me fui, «¿Qué otra cosa puedo hacer? Si no olvido, moriré».
Gracias.

Entradas populares

Lucha colectiva.

compartir lo infinito

old

21/02/2013

x

inconcluso

[Im]perfecciones - i