[Im]perfecciones - ii

Agitada, despertó.
Se sentó en la cama y respiró, un par de veces. Se sentía pesada, viva. Se dirigió al baño y se duchó con agua fría. No era una buena idea considerando la época del año, pero eso la calmó.
Se cambió, desayunó e hizo lo habitual: ir a la estación. Era la misma de su sueño -¿Pesadilla?-. Un escalofrío le recorrió la espalda al darse cuenta de qué tan cierto había sentido todo lo soñado. Aún así, un tanto extrañada y con la mente distante, hizo su viaje habitual. El día transcurrió con normalidad, más allá de su falta de concentración.

Al volver, un poco más distraída en cuanto al incidente no ocurrido, llegó a su casa y almorzó. Arroz con vegetales. No comía cadáveres. Sentada en la mesa, decidió escribir algo para desahogar todo eso. No hablaba con nadie, no tenía tanta confianza con su madre como para contarle algo así sin espantarla, no sabía cómo iba a tomárselo. Escribió en un cuaderno:

... sin embargo, es extraño que se haya sentido tan liberador. Lo sentí real, y bien. Me sentí irme, sentí que me relajaba. Pero me desperté. Debería estar preocupada, pero lo único que me incomoda es el saber que, tal vez, hubiera preferido que fuera real.

¿Desde cuándo resultaba tan tentadora la idea de terminar con su vida? ¿Acaso no resultaba una exageración aquella reacción? Sin embargo, era una incógnita bastante perturbadora. Meditó la idea de comunicarse con María, pero decidió esperar al siguiente lunes; estaba segura de que era una tontería.

Su tarde transcurrió entre cigarrillos, café y un libro; La maravillosa historia de Peter Schlemihl, un cuento sobre un hombre que vende su sombra a cambio de una bolsa de oro sin fondo, lo cual desarrolla una serie de conflictos en su vida y lo vuelve un ser mediocre.

- Me senté, sin sombra y sin dinero, pero se me había quitado un gran peso del corazón y estaba contento - le gustaba leer en voz alta -. Si no hubiera perdido mi amor o me hubiera podido sentir libre de reproches por haberlo perdido, creo que hubiera sido feliz..., pero no sabía qué hacer. Busqué en mis bolsillos y encontré que me quedaban todavía unas piezas de oro. Las conté y me reí - cerró el libro y sonríó-.

Cenó y se fue a dormir.

Soñó con Franco. Su ex novio. Su primer novio. Su primer todo.
Estaban en un café.

- A pesar de todo, a pesar de cómo fueron las cosas.. te quise, sabés?
- ¿A pesar de todo? ¿Cómo fueron las cosas? - estaba enojada.
- No hace falta que te pongas así, no podemos hablar bien?
- No entiendo para qué me llamaste. 
- Porque quería verte.
La imagen y sus pensamientos se nublaron. No estaba despierta pero tampoco dormida, estaba sumida en una oscuridad nocturna y espesa.
Se despertó, angustiada. Era de noche todavía. Le ardía la cabeza, tenía un dolor punzante y estaba confundida. Se levantó de la cama para tomar algo para el dolor, de no hacerlo no iba a poder dormir.
Encontró una tableta de pastillas que le parecieron conocidas y tomó una aunque no sabía bien qué eran; no se sentía para nada bien. Dudó bastante tiempo, parada con pastillas en la mano. Sentía una presión en el pecho que no la dejaba respirar bien.
Tal vez era un ataque de pánico. Más allá del nombre, era una situación extraña en la que Alma perdió el control de su cuerpo. Y, de manera bastante débil, su mente se dejó llevar por eso.
Tenía muchas pastillas en su poder, lo cual se tornaba en algo peligroso considerando la situación.
 Finalmente, habiendo pasado quién sabe cuánto tiempo, no dudó más y lo hizo, sin saber tampoco qué iba a pasar. Se le revolvió el estómago pero aguantó las ganas de vomitar.
Algunos instantes después, la vista se le nubló y todo oscureció.


Otra vez, despertó.

Se sentía desconcertada. En primera instancia, porque no creía que aquella vieja relación fuera tan significativa al punto de provocarle algo así, de desequilibrarla emocionalmente, como había pasado en el sueño. Además, otra vez sentía que, quizás, no era tan mala idea.

Esta vez se preocupó. Pero no creyó que fuera una situación tan excepcional como para pedir algún tipo de tratamiento, estaba segura -nuevamente- de que no volvería a pasar.


La semana se desarrolló de la misma manera, noche a noche soñaba con algo en especial que, posteriormente, la llevaba a suicidarse.
El miércoles soñó con un espejo, su reflejo y su debilidad, culminando en su muerte: su vida yéndose en su sangre, resbalando por sus brazos. La noche siguiente, en cambio, aunque no recordaba bien la razón, moría ahogada en la bañera.
El viernes fue el peor, demasiado dramático a su parecer -aún más que los demás- y algo bizarro. Soñó que su madre la echaba de su casa al enterarse de su relación con Violeta  (aunque ésta ya había terminado) y que, de manera un tanto extraña, moría en la calle. Le resultaba increíble, ya un tanto absurdo, pero estaba preocupada. Aún así no llamaría a María.

..De alguna manera, todo acaba en lo mismo: la muerte. ¿Mis sueños quieren decir algo? No quiero suicidarme. Es tan extraño soñar con algo así. Cualquiera se despertaría pensando que es algo horrible, pero estoy desconcertada. La idea no me disgusta para nada, y no debería ser así - escribió en su cuaderno, antes de levantarse de la cama.


- ¡Qué ojeras! - exclamó su madre cuando la vio el sábado por la mañana - ¿Dormiste bien?
- No, no estoy durmiendo bien - su relación no era muy buena y Alma no era experta en llevar delante conversaciones.
- Bueno, si querés... yo tengo pastillas para dormir.

Evidentemente Claudia no sabía qué decirle, y no estaba del todo convencida en ofrecerle esas cosas, pero su hija se veía un tanto.. demacrada. Se fue a trabajar y la dejó, sola, como siempre.

Alma decidió ir a algún lado. Tomó el tren hasta Lacroze y cruzó la avenida para entrar al cementerio de la Chacarita. Le gustaba ese lugar.

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21/02/2013

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