Nada es para siempre
Suspiré.
Dejando de lado todo intento de olvidar(te) -aquella acción tan engañosa que nos hace sentir superadores de obstáculos en la vida-, te dibujé. Tracé tus ojos, tan lejanos pero tan vivos dentro de mí, tan cercanos y cálidos, tan conocidos pero ajenos. Reformulé tu boca, tus labios que algún tiempo atrás me conocieron tan bien, tu sonrisa tan brillante y complementaria. Tu nariz, que creaba esa disconformidad tan tuya. Tus mejillas, como las de cualquier otra persona, pero tuyas. Te dibujé con mi recuerdo, esa telaraña de la que nunca supe salir. Y vos sos la araña, que me esperaba en el centro y ahora se acerca lentamente. Sos mi enemiga, mi perdición.
Qué irónico. Fuiste mi vitamina, lo que me ayudaba a estar de pie cuando todo se caía. Y ahora.. Ahora me estás matando. Todo exceso es malo, dicen. Todo exceso es malo, te digo yo. Pero de algo nos vamos a morir y, en este momento, prefiero que ese algo seas vos, porque todo lo demás me parece absurdo al lado de tu sonrisa, comparado a todo lo que vos significás, todo lo que generás. ¿Cómo explicarme? Lo perdí todo y ahí estabas vos, por eso no me sorprende que hoy estando yo perdida sigas vos ahí, aunque sea en mi recuerdo.
Te desdibujé, con un suspiro.
Nada es para siempre.