De alguna manera u otra, siempre viajo al mismo lugar hasta despertar. Realmente no sé cuál es mi destino pero este se encarga de hacer sus gracias y llevarme, como te lleva la corriente del mar, siempre a tus brazos. Violeta como el anochecer y fría como la misma noche, siempre distante. Agobiante tu ausencia, eterno el extrañar. Nunca nadie me dijo que sería así el sufrir por amor, y es el amor mismo quien -cual dios, concluyente- nos lleva a conocer el basto mundo de la incertidumbre, de la mano del miedo.
Como quien teme por demás, sin saber desafiar, esperé. Te esperé como si de algo sirviera, aquella infinita falta me carcomía. No creo haberte esperado demasiado hasta que, falsamente, me rendí. Quizás fue el intento de guardar la poca dignidad que me quedaba, o tal vez aquel leve sabor a orgullo me llevó a la increíble y triste facilidad de saberme vencida tras tu indiferencia.
El recordar condena sabemos de más, y lo peor de él -o lo mejor- es que es imposible de borrar. Incontables copas, demasiada nicotina y nada de vos, pero sí tu recuerdo, sí aquella sombra mía en medio de tus omóplatos, mi boca en tu boca, mi boca en tu cuerpo, tu cuerpo en el mío y nuestros seres acoplados. La tranquilidad y el placer, el saber y el temer, tu sonrisa y mi delirio, mi estupidés y tu cansancio, mi nunca suficiente y tu sigo esperando.
No duele el recuerdo sino el contraste, lo contrastante de mi realidad y mi anhelo, la diferencia entre vos y tu ausencia. Me encuentro lejana, me encuentro vacía, te encuentro y me encuentro, somos una dentro del encuentro de tu voz y la mía, tu saliva y mi boca, tu beso y mi beso. Cuán a salvo me siento dentro de tus brazos, en medio de tu abrazo tan sincero. Me renuevo en un hallazgo, al presenciar que, en realidad tanto vos me hace ser yo. Dentro tuyo y a tu lado, de alguna forma espero que el tiempo y el destino nunca fallen en esto, esto tan brillante; mi pupila frente a la tuya, tu aire con mi aire y te respiro, te inhalo y te exhalo, porque te prefiero libre que sólo mía, porque la belleza del mar a él le pertenece y es el agua quien la hace, es la ola y es el viento.
El viento que te despeina, que te desarma, y yo juego a volver a armarte, sabiendo que el viento es diario y que, en realidad, no te armo sino que te dibujo, porque no hay náda más plástico que el rompecabezas de una persona ensamblado por la mano de otra, y nada más real que el dibujo mío de la sonrisa tuya, la sonrisa que imagino, aquella que hoy dibujo, la cual solo vos sabés sonreír.
Es que todo lo que pienso vos ya lo tenés, o será que todo lo que tenés es lo que pienso, porque mi cabeza te lleva como vos me llevás a mí. En monociclo a lo torpe, dejándome caer -o yo tirándome-, en avión, como pájaro metálico, siempre a ninguna parte, volando sin razón y con la razón empaquetada, siempre guardada donde no moleste. Y en ese viaje, a trasmano, pasamos mi histeria y por la tuya, una peor que la otra, increíble e innecesario como lo es todo; porque de qué me sirve quererte si tan mal hace... Y, sin embargo, hoy estoy acá, al lado tuyo que estás siempre al lado mio. Tan acá, tan allá.