sin título
A veces entran cosas tan grandes en espacios tan pequeños, porque son inexistentes pero llueven desde adentro; y te empapan, te llenan con su humedad, te hacen temblar con el viento aún si no lo hay. Porque existen aunque no las veas, aunque las niegues, aunque pienses que no. Quizás, tan sólo quizás, sea porque existimos más allá de todo esto físico que vemos día a día y en tu mente y en la mía coexisten cosas tan intensas que lo físico se vuelve peculiar pero secundario, y los vellos se erizan y las pupilas se ensanchan y es entonces cuando el tacto se apodera de tu cabeza. Es ese el momento en que la palma de una mano se vuelve mapa y te encontrás ahí, en unas huellas dactilares, parado inmóvil entre el pulgar y en índice sin saber qué hacer. Todos tuvimos una primera vez parados sobre una mano ¿no? ¿O tan sólo soy yo quien se encuentra completa al observar esas pequeñas huellas, que esconden huesos por debajo de la piel, por debajo de las venas? Y es que tantas cosas se acurrucan allí, donde nadie las ve. Tantas cosas encuentro pero nadie lo notaría.
Quizás sea tan sólo yo.
Quizás sea tan sólo yo.