Anx. II

El frío peso de las noticias que uno ya sabe y no se anima a admitir, ese que te cae en el pecho como si estuvieras acostado en la 9 de Julio y lo que te golpeara fuera el mismo obelisco. Te destruye. Estás en segundo plano. Esa importancia que das, la atención que brindas: no, no sos digna de recibirla. ¿quién te contó ese chiste? El de "quien da, recibe". El de que iba a ser fácil querer, querer tanto que no podés pensar en otra cosa.
Cómo duele esperar.
Cómo duele la noticia que te revienta el cráneo, ni que fueras el Perito Moreno en deshielo. Pero sí, se siente así. Demencial. El dolor físico no es nada, ese seguro pasa. Tomate un ibu. ¿Y de la mente cómo te alejás? ¿Cómo evitás tener que ir al baño para no llamar tanto la atención mientras las lágrimas van saliendo? Una atrás de la otra. Y lo lamentás más, es mucho peor sentirse mal y llamar la atención. Una cosa es estar muriéndote de ganas de estar muerto, en tu habitación; pero estar en un shopping e ir caminando rápido al baño, tratando de que se vea normal el hecho de que no podés evitar ponerte a sollozar. Encerrarte en un cubículo lleno de gérmenes con una luz horrible que se asemeja a las de las típicas escenas de interrogatorio.
La luz te apunta. Vos ahí, sin poder respirar y la luz arriba, mirándote. Señalándote. "¿Tantas ganas de llamar la atención? ¿Qué pasó? ¿No salió como querías el cuentito ese del amor?" pero es una luz, no habla. Sos vos. Vos que en tu mente no parás. Vos que nunca en tu vida parás. Y de un momento al otro te das cuenta de lo difícil que es respirar, de cómo se te amontona el oxígeno en la boca pero a tu pecho no entra nada. No hay espacio para nada más. Hay un hueco, un vacío; algo que duele pero se quiere quedar. Y golpeás, golpeás las paredes del cubículo que te mira como diciendo "¿Qué te pasa, loquita? ¿No te das cuenta que el problema no está acá? ¿Todavía no caiste en que la pelotuda sos vos? Igual golpeá, golpeá tranqui que no cambia en nada".
Quince minutos que no terminan más y entrás a temblar. Te parás derecha, te agarrás de algo, mirás al frente y respirás. Como podés, respirás. Y rogás que no se escuche desde afuera (ay, qué vergüenza) cómo llorás y moqueás, como cuando tenías cinco añitos ¿Te acordás? Nunca creciste. Y que no se oiga cómo pateás el inodoro. Que no se escuche desde afuera cómo tratás, en vano, de controlar eso que te controla a vos. Qué patético, por favor. ¿Todo por esa boludez, chiquita? A ver cuándo nos ponemos a crecer.
Rápido, te das cuenta: vos tendrías que estar muerta. Enterrada no duele tanto, no la pasás tan mal. ¿Cuántas veces en tu vida te arañaste las muñecas, boluda? ¿Qué te cuesta un poquito más profundo? Que el quilombo lo limpien los demás, bastante tenés en el bocho que nunca parás de maquinear. Pero no, una vez hace un tiempo escribiste en un cuaderno: "mi meta es morir sin suicidarme".
Por más difícil que sea, lo vas a cumplir. Algún día te vas a cagar muriendo; no sin antes sufrir. En una de esas te encontrás algo lindo y aprendés a disfrutar. Mientras tanto encerrate a llorar, encerrate a escuchar todo lo que te grita la cabeza, la que no te podés sacar.

Entradas populares

Lucha colectiva.

compartir lo infinito

old

21/02/2013

x

inconcluso

[Im]perfecciones - i