cíclico

de repente se siente como si todo se diera vuelta, como si la vida diera vueltas. un giro, dos giros, probablemente tres. lo que fue vuelve a ser, pero distinto. todo cambia y el primer giro no se repite, el segundo es diferente y el tercero es desconocido. pero algo reconozco de este terreno, hay algunas coincidencias que me hacen sentir afortunada; y la soberbia me hace tropezar.

vuelvo a sentir ese sabor, cada vez más ácido, en mis muelas. lo mastico, una y otra vez; lo escupo y sigue ahí. será el error, será el orgullo. es como el tabaco resentido que fumo y hasta a veces olvido.
entonces aparece el fracaso, el fracaso reiterado como escena repetida y aunque la viva mil veces nunca podré atinar en el e(ho)rror que me lleva al delirio de encontrarme a mí mismo sobre esta vida que gira. gira y yo no puedo bajarme. aunque sí pero no. quién hubiera dicho que era tan difícil elegir, elegir bien o mal, sólo elegir. la responsabilidad de equivocarse tal vez sea más leve que la de ser feliz, llegar al auge de la vida para después caer repentinamente a ese vacío que tantas veces besé en soledad, fría soledad compañera incondicional de aquel hueco que me atormenta y me sugiere, suavemente, al oído, el adiós.
tantos años pasan y sólo veo espejos que me recuerdan el pasado, la vida se repite y yo sigo sentado. ¿qué voy a hacer? ¿qué me sugiere el vacío esta vez? ¿cómo se quitan las cadenas que te atan a vos mismo?
y recorro, con mis manos, a tientas voy buscando. nunca encuentro, claro está, lo que me está llevando directo a este malestar, a este delirio, esta irracionalidad.